jueves, 6 de mayo de 2010

Marc Anthony enloqueció a los vallenatos


Al terminar su presentación en el coliseo Cacique Upar Marc Anthony estaba tan emocionado, que corrió hacia el final de la tarima, se tiró al piso, lo besó y en silencio rezó una oración, tal vez para agradecerle a Dios el haberle permitido estar en este evento tan maravilloso llamado Festival de la Leyenda Vallenata. Lo que más le gustó fue que el público lo sorprendía con cada canción de su repertorio de una hora y 48 minutos, por lo cual cobró mil cuatrocientos millones de pesos colombianos.

25 mil gargantas cantaban en coro cada una de las canciones que interpretó Marc. Por cierto un repertorio formidable que va de la balada más romántica a la salsa brava con el clásico son, el guaguancó del dolor urbano y el montuno que hunde sus raíces en la música rural. Marc es acompañado por una orquesta prodigiosa, en la cual sobresalen un pianista de salsa clásica, un timbalero magistral, y unos bongoes, unas congas y unas tumbadoras de enorme calidad.

La sorpresa mayor se la llevó cuando, al finalizar su concierto, salió con el célebre tema de Héctor Lavoe, Mi gente. Cuando Marc quiso invitar al público ‘con este corito que dice así’, el público se le anticipó, no lo dejó terminar, con el “la-la-la-lá, la-la-la-lá, que cante mi gente”. Marc paró y quedó mirando al público con cara de sorpresa. Entonces él se solló a bailar con su sombrero vueltiao como cualquier gaitero de San Jacinto.

Cuando quiso irse, ya casi a las dos de la madrugada (empezó a las doce en punto, en momentos en que empezaba la final de la categoría juvenil de acordeones), el público, que ya se sentía muy cercano al artista, ya no le gritaban “¡Otra!, Mac Anthony”. Sino: “¡otra ...Markito Antonio!”.

A las dos y media de la madrugada, cuando todavía en el aire espeso del coliseo se respiraban las notas del grupo de Marc, a el público estaba de pie para recibir con entusiasmo a los artistas locales del cierre: Poncho Zuleta con Gonzalo Cocha Molina y Jorge Oñate con Cristian Camilo Peña.

“Esto es lo bonito del pueblo vallenato, que se mantiene firme a la espera de que toque el último artista programado”, dijo Jorge Luis Oñate, el hijo mayor del Jilguero de América, quien llegó con la avanzada para preparar la presentación de su padre.

Ayer bien temprano, al abordar el avión privado que lo trajo con sus músicos y sus costosos equipos, Marc le comentó a uno de los directivos de la Fundación que fue a despedirlo al aeropuerto: “me hubiera gustado haber venido con Jéniffer (López, su famosa esposa) para quedarme unos días y llevarla al Guatapurí para que se bañara”.

Ese interés nació de lo que le contó Efraín Quintero cuando vino a recibirlo: “La mujer que se baña en las aguas del Guatapurí se le pone la cola más bonita, por los nutrientes naturales de esas aguas cristalinas que bajan de la Sierra Nevada”. Eso timbró a Marc a tal punto, que nada de extraño tiene que uno de estos días se aparezca por el Balneario Hurtado con su afamada Jennifer.

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